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Dispositivos de propaganda
Debido a estas filiaciones bélicas y políticas, la propaganda suele verse como algo intrínsecamente negativo. Pero en el sentido más neutro, es simplemente un método para difundir o promover determinadas ideas.
Después de la Segunda Guerra Mundial, Edward Bernays rebautizó la propaganda como relaciones públicas. Utilizó el trabajo de Sigmund Freud sobre las motivaciones psicológicas y transformó la forma en que los anunciantes vendían productos y servicios a los consumidores.
También es importante señalar que este método de persuasión es un acto deliberado. En Endless Propaganda: The Advertising of Public Goods, Paul Rutherford dice: “La propaganda es un acto consciente; una propaganda accidental es un oxímoron”.
A veces, ver que personas aparentemente normales respaldan un producto o servicio anima a los posibles clientes a probarlo porque pueden ver que también encaja en su vida cotidiana. Esta es la idea básica del método de propaganda de la gente corriente.
La propaganda con insultos se basa en menospreciar a la otra parte. El empleo de esta técnica en la publicidad suele provocar guerras de marcas. Puede ser ligera, pero a veces la animosidad puede ser intensa.
Técnicas de propaganda en la literatura
La propaganda ha sido una herramienta eficaz para moldear la opinión y la acción del público durante siglos. Dado que la propaganda y las relaciones públicas comparten el objetivo de utilizar la comunicación de masas para influir en la percepción del público, puede ser fácil confundirlas. La propaganda, sin embargo, trafica con mentiras, desinformación, lenguaje incendiario y otras comunicaciones negativas para lograr un objetivo relacionado con una causa, un objetivo o una agenda política. Aunque las técnicas de propaganda pueden ser empleadas por malos actores en el escenario mundial, estos mismos conceptos pueden ser utilizados por los individuos en sus relaciones interpersonales. Independientemente de cómo se emplee la propaganda, estas técnicas comunes se utilizan para manipular a los demás para que actúen o respondan de la manera que desea el propagandista.
El deseo de encajar con los compañeros ha sido reconocido durante mucho tiempo como una fuerza poderosa en la sociedad. Los propagandistas pueden explotar este anhelo utilizando la técnica del bandwagon para atraer al público. Esta técnica propagandística común se utiliza para convencer al público de que piense, hable o actúe de una manera determinada simplemente porque otros lo hacen. Se invita al público a “subirse al carro” y a no quedarse atrás o excluido mientras el resto de la sociedad adopta lo que percibe como un comportamiento correcto.
Clave de respuesta de las técnicas de propaganda
Para generar propaganda se utilizan una serie de técnicas de propaganda basadas en la investigación psicológica social. Muchas de estas mismas técnicas pueden clasificarse como falacias lógicas, ya que los propagandistas utilizan argumentos que, aunque a veces son convincentes, no son necesariamente válidos.
En su libro Propaganda and Persuasion, los autores Garth S. Jowett y Victoria O’Donnell definen la Propaganda como el “intento deliberado y sistemático de moldear las percepciones, manipular las cogniciones y dirigir el comportamiento para lograr una respuesta que fomente la intención deseada por el propagandista”[1] La definición de Harold D. Laswell apunta aún más precisamente al aspecto técnico: “La propaganda, en el sentido más amplio, es la técnica de influir en la acción humana mediante la manipulación de representaciones. Estas representaciones pueden adoptar una forma hablada, escrita, pictórica o musical”[2] La manipulación puede ser organizada o desorganizada, consciente o inconsciente, de motivación política o social. El concepto abarca desde la propaganda estatal sistemática para manipular a la opinión pública (Edward Bernays) hasta la “propaganda sociológica” (propaganda de la integración),[3] donde el deseo inconsciente de ser manipulado y la auto-manipulación llevan al individuo a adaptarse a los pensamientos y comportamientos socialmente esperados (Jacques Ellul)[4].
Propaganda de apilamiento de cartas
Para generar propaganda se utilizan varias técnicas de propaganda basadas en la investigación psicológica social. Muchas de estas mismas técnicas pueden clasificarse como falacias lógicas, ya que los propagandistas utilizan argumentos que, aunque a veces son convincentes, no son necesariamente válidos.
En su libro Propaganda and Persuasion, los autores Garth S. Jowett y Victoria O’Donnell definen la Propaganda como el “intento deliberado y sistemático de moldear las percepciones, manipular las cogniciones y dirigir el comportamiento para lograr una respuesta que fomente la intención deseada por el propagandista”[1] La definición de Harold D. Laswell apunta aún más precisamente al aspecto técnico: “La propaganda, en el sentido más amplio, es la técnica de influir en la acción humana mediante la manipulación de representaciones. Estas representaciones pueden adoptar una forma hablada, escrita, pictórica o musical”[2] La manipulación puede ser organizada o desorganizada, consciente o inconsciente, de motivación política o social. El concepto abarca desde la propaganda estatal sistemática para manipular a la opinión pública (Edward Bernays) hasta la “propaganda sociológica” (propaganda de la integración),[3] donde el deseo inconsciente de ser manipulado y la auto-manipulación llevan al individuo a adaptarse a los pensamientos y comportamientos socialmente esperados (Jacques Ellul)[4].
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