¿Qué pasó en Al-Andalus?

Península Ibérica

Las similitudes, las diferencias y las tensiones entre la relación con la identidad colectiva del Yo y del “Otro”, así como del “Otro” como el Yo, merecen ser exploradas y comprendidas mejor volviendo a los orígenes ibéricos. La transferencia del dhimmi ibérico bajo la dominación musulmana al “dhimmi indio” bajo la dominación cristiana también merece ser estudiada.

Así, la Convivencia debe ser reflexionada a la luz de la teorización de la relación fundamental entre el Yo y el “Otro”: La cuestión de la convivencia entre los otros. El “Otro” arroja una luz especial sobre esta cuestión. Además de ser leída desde una dimensión tanto religiosa como política, lingüística y cultural, Convivencia debe ser examinada en el contexto del complejo discurso sobre la Otredad en el sentido de transformar la “otredad” particularizada en una especie de “mismidad” universal.

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De ahí [de Málaga] me dirigí a la ciudad de Gharnata [Granada], la metrópoli de Andalucía y la novia de sus ciudades. Sus alrededores no tienen igual en ningún país del mundo. Se extienden a lo largo de cuarenta millas y están atravesados por el célebre río Shannil [Xenil] y otros muchos arroyos. A su alrededor hay huertos, jardines, prados floridos, edificios nobles y viñedos. Uno de los lugares más bellos es “Ayn ad-dama” [la Fuente de las Lágrimas], que es una colina cubierta de jardines y huertos y que no tiene parangón en ningún otro país. [de Gibb]

Ibn Battuta había salido de Marruecos en 1325 a la edad de 21 años y cuando regresó tenía unos 45 años. Pero seguía interesado en viajar y en la aventura. En el momento de su regreso a Marruecos, al-Andalus (Andalucía o España musulmana) estaba amenazada por varios gobernantes cristianos que intentaban reconquistar la tierra a los musulmanes. El nombre árabe de España, al-Andalus, significa Tierra de los Vándalos. Este nombre refleja el hecho de que un grupo étnico llamado vándalos controlaba la región cuando los ejércitos musulmanes la conquistaron en el siglo VIII.

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Escondido en unos arbustos fuera de las murallas de Toledo, un joven observa a una hermosa joven mientras se baña en el río Tajo, Eventualmente vencido por la pasión, la seduce. Ella se queja a su padre, que es el gobernador de la lejana avanzadilla de Ceuta, al otro lado del estrecho de Gibraltar.

El padre, enfadado, busca venganza e invita a las fuerzas musulmanas expansionistas del norte de África a invadir su país y castigar al hombre que le ha ofendido. Ese hombre era Roderic (Rodrigo), el último rey de los visigodos; a la joven la conocemos como Florinda (o La Cava), hija de un noble visigodo, el conde Julián.

Deseo, ira, venganza… una potente combinación. No es la primera vez que la pasión desenfrenada tiene consecuencias de largo alcance, y nada puede dar más ribetes humanos a la caída de los reyes o de un reino que la debilidad de la carne.

Es una historia convincente como explicación de la invasión de los moros, pero no es más que eso, una historia bordada por generaciones posteriores para explicar por qué la Hispania cristiana (la actual España y Portugal) se perdió a manos de los musulmanes.

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El año 1492 ha sido durante mucho tiempo una piedra de toque histórica. Los europeos y los estadounidenses celebraron recientemente el 500º aniversario del “descubrimiento” del Nuevo Mundo por Cristóbal Colón, no sin las protestas de quienes consideran que las ganancias del hemisferio por este acontecimiento fueron muy superiores a sus pérdidas. España fue un foco de atención en el año del quincuagésimo aniversario, en parte porque fue el punto de partida de Colón, y como anfitriona de la exposición universal EXPO ’92 en Sevilla y de los Juegos Olímpicos de verano en Barcelona.

Sin embargo, en 1992 hubo otro quinto centenario que también tuvo que ver con España. Aunque este acontecimiento también ha tenido importantes repercusiones en la historia mundial, y sigue siendo fuente de un persistente sentimiento de pérdida, ha atraído mucha menos atención. El acontecimiento fue la caída de la ciudad musulmana de Granada (Gharna-tah en árabe), el segundo día de 1492, ante las fuerzas de los reyes católicos de Castilla, poniendo fin a casi ocho siglos de dominio musulmán en la Península Ibérica y cerrando uno de los capítulos más turbulentos y gloriosos de la historia islámica.